Una dirigencia que se quedó en el 2015 y se desconectó del país.
Ser crítico del gobierno es una hazaña para algunos, pero medir con la misma
vara a un sector de la oposición es un pecado mortal. Y cómo no medirlos de la
misma forma y cuestionarlos, cuando en su dirigencia se depositó la confianza y el destino de millones de venezolanos, a los cuales se les pidió hacer de todo, Y LO HICIERON!. Desde marchas, firmazos, trancazos, cacerolazos, guarimbas, voto, abstención y hasta bailar. Sí, todo eso y más hicimos los venezolanos en medio de los llamados de un liderazgo que hoy queda claro, no sabia que hacer, ni a donde ir.
Si bien es cierto que la victoria del 2015 es producto de un gran acuerdo
político y de organización de los partidos opositores, no es menos cierto que no se tenía política ante una eventual victoria, y allí comenzaron las miserias a aflorar y los planes individuales a tomar su curso.
La primera muestra fue el incumplimiento del acuerdo para el nombramiento de las presidencias de la Asamblea Nacional según los resultados. El primer turno sería para Primero Justicia en manos de Julio Borges, pero esto tuvo que esperar debido a un acuerdo entre Un Nuevo Tiempo de Manuel Rosales, Acción Democrática de Henry Ramos Allup y Voluntad Popular de Leopoldo López.
Es fundamental este episodio, porque aquí inicia la destrucción de la mayor victoria electoral de la oposición durante la era de la «revolución».
Y es que para lograr el apoyo de Voluntad Popular a la presidencia de Ramos Allup y romper el acuerdo, el compromiso era: anunciar la «salida de Maduro del poder en 6 meses». Y así lo hizo Ramos.
La dirigencia de la Unidad no entendió que la victoria del 2015, no era solo
producto de una movilización de los opositores, sino de un llamado de atención
de los votantes del chavismo, hacia Maduro y su mal gobierno. Unos se abstuvieron y otros optaron por el voto castigo. El voto del 2015 no era un llamado para romper el orden constitucional, aunque así se vendió publicitariamente. Ofreciendo un cambio en la presidencia del país, que la oposición no tenia posibilidad alguna de generar constitucionalmente.
Comenzó allí el juego individual y la apuesta, siendo la presidencia de la AN el paso previo a la presidencia del país.
Henry Ramos Allup pasó a ser el Rockstar del 2015 y empezó la lucha partidista por el reparto de cuotas, dejando atrás la fuerza acumulada y las necesidades de los venezolanos.
De allí en adelante las presidencias de la AN se debatieron entre la irresponsabilidad y la estridencia, desde el “Abandono del Cargo”, hasta la omisión en el nombramiento del nuevo CNE, esto último responsabilidad de Juan Guaidó (quien presidía la comisión) y de su partido Voluntad Popular.
Visto el desgaste de Ramos Allup, Julio Borges y Omar Barboza, llegó el turno de Leopoldo López y su partido, VP. Y una vez más Leopoldo siendo Leopoldo, lo hizo.
Decidieron que no había que esperar a las elecciones presidenciales del 2018. ¿Para qué recorrer la vía electoral si ya tenían el turno al bate desde la presidencia de la AN en manos de Juan Guaidó y su partido?.
López decide matar dos pájaros de un tiro, desplazar al resto de la dirigencia opositora (Unidad) y emprender la ruta contra Maduro y su gobierno, todo esto sin antes implosionar la ruta electoral y cuanto adversario dentro de las distintas variantes de la oposición surgieran.
En este diseño del Gobierno Interino, Leopoldo resolvió la ecuación al mejor
estilo de la vieja política (que alguna vez dijo combatir). Repartiendo los dineros de la nación y engañando a todo un país, que de manera honesta creyó una vez más en la “Unidad”.
El escenario y el diseño de Leopoldo eran buenos. Juan Guaidó, un perfecto desconocido para la gente, joven y con la consigna «Maduro Vete Ya». Era lo que quería ver y escuchar un país desesperado y ávido de un cambio real.
Decidieron huir hacia adelante con el gobierno interino y anular la vía electoral, en el peor momento de Nicolás Maduro. Crearon la matriz de opinión sobre la ausencia de condiciones electorales. Condiciones que eran idóneas para un candidato como Lorenzo Mendoza, pero adversas cuando decidió Henri Falcón tomar la iniciativa.
Y es que en este punto, Leopoldo no iba a dar espacio a ninguna otra política que fuese diferente a la suya. Y chequera en mano, empezó el reparto al resto de los aliados de la «Unidad», para que nadie osara aspirar en el 2018 (“Porque el país no aguantaba más!”), había que salir de Maduro YA!. La primera baja en la carrera electoral fue Henry Ramos Allup. Y con esto empezó el descalabro del voto como herramienta de cambio.
De allí en adelante se impuso la descalificación y la lucha erosiva por la dirección de la oposición, todo esto dejando de lado las necesidades de la gente, alejando la posibilidad de cambio por la vía electoral y generando el mejor escenario para el avance de Nicolás Maduro y su gobierno.
Maduro abandonó su modelo de expropiaciones y controles para dar un giro
brutal a la dolarización y economía de puertos. Pasó del Socialismo del Siglo XXI al «neoliberalismo salvaje» sin siquiera sonrojarse y a costo 0, mientras la oposición continúa en una lucha de enanos por escalar el Everest.
Y acá estamos nuevamente ante unas elecciones presidenciales con una oposición atomizada entre sus contradicciones e intereses. Una Unidad que entra y sale de la vía electoral a conveniencia y sin dar explicación alguna de sus errores y costos para el país, una Plataforma Unitaria que hace mutis ante la corrupción de Monomeros y Citgo (de la cual ellos son los protagonistas), una dirigencia que en la primera oportunidad que tuvo de manejar recursos del estado, los acabó y siguió los pasos del modelo de corrupción «rojo rojito».
El plan de la antigua Unidad, ahora Plataforma Unitaria es 2025
Todo parece indicar que no hay intenciones reales de generar un cambio político en las elecciones presidenciales del 2024, pues monopolizar la Plataforma y desconocer al resto de los factores que han venido transitando la ruta electoral (pagando el costo), parece ser una señal clara de intención de fracaso. Plantear unas primarias excluyentes, sin reglas claras y desconociendo al CNE (con el cual tendremos que ir a elecciones en el 2024), reafirma la posición de no reconocer al resto de las fuerzas y procurar la ansiada unidad, por el contrario, insisten en ejercer la descalificación y la superioridad política y moral que dejaron de tener ante los venezolanos.
El juego político de la Plataforma Unitaria parece apuntar a la recomposición del G4 en las elecciones parlamentarias del 2025 y al desplazamiento de los nuevos factores surgidos en la oposición. Desconocer a los opositores y buscar el reconocimiento ante Nicolás Maduro, como única fuerza opositora, es el plan.
La Plataforma Unitaria está decidida a reinsertarse en el escenario político, desconociendo a los nuevos actores y sin pagar costo alguno de sus errores.
Ante esto cabe preguntarse:
¿Por qué los factores distintos a la Unidad, incluyendo la disidencia del chavismo, tendría que dar un voto de confianza a los responsables de haber desperdiciado las posibilidades de cambio?.
¿Cuales son las garantías de que esta vez no abandonarán nuevamente la ruta electoral en busca de las «Elecciones Libres», que nadie sabe que comprenden?
¿Por qué darle nuevamente la dirección de la oposición a quienes suman más errores y derrotas, que victorias y aciertos en más de 23 años de Chavismo-Madurismo?
Estas son las preguntas que debemos hacernos y recordar los errores cometidos para no repetirlos.
Hace falta un cambio, no solo de Gobierno!
Frederick Villegas – Director de PolitikPop