noviembre24 , 2024

    “Las recientes encuestas describen dos países. Uno de ficción y otro de sobrevivientes. El primero enredado en las redes y el otro súper realista”. Sálvese el que pueda por Kico Bautista

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    La trampa de la Unidad

    Las recientes encuestas describen dos países. Uno de ficción y otro de sobrevivientes. El primero enredado en las redes y el otro súper realista

    Cuando Claudio Fermin le respondió a Chávez, con amabilidad y en buen tono, que lo invitaría a Miraflores de ganar la presidencia en aquel histórico debate del 98, hizo lo políticamente correcto. Pero, lo mato Chávez cuando le respondió con lo contrario.

    Todo parece indicar que ya no se trata de escoger entre un estadista como Caldera o un vengador copia de Chavez. Ese tiempo pasó. Las necesidades de los venezolanos son otras.

    La crueldad de los números

    Según lo que describen las encuestas más recientes, los políticos lucen hoy todos fuera de foco. Andan súper extraviados, sin saber cómo generar alguna emoción en la gente y lo peor es que se niegan a reconocerlo.

    Al gobierno y a la oposición ya no los quieren las masas. Más del 70% quiere algo diferente. Ambos sufren del un despecho muy parecido aunque la naturaleza del desamor es diferente. Al oficialismo lo abandonaron por incumplimiento y a la oposición porque no para de meter la pata. No ha dado la talla aún cuando más del 80% quiere un cambio.

    En las megaelecciones del 2021 la suma total de los votos favoreció a la oposición. Sin embargo, apenas ganó en 4 gobernaciones de las 23 que estaban en juego.

    Al PSUV le pesan los años en el ejercicio del gobierno y sus minúsculos resultados. Ha perdió, desde que Maduro llegó a Miraflores, alrededor de 4 millones votos. A la oposición se le extravió la política. En vez de crecer frente a la debilidad de su adversario no solo ha disminuido su votación, también se ha dividido en un montón de pedazos.

    Tiene rato culpándose a si misma por las constantes derrotas, sin encarar los errores que se han cometido en la repetida búsqueda de salidas rápidas y por la fuerza.

    Errores repetidos

    El liderazgo anda sumergido en arena movediza donde avanza el que menos se equivoque. Siendo así, el mayor drama es seguir pensando que sólo las primarias salvan. Se cree qué son algo mágico, una fórmula salvadora, y es mas bien una excusa que solo sirve para ocultar la realidad.

    La unidad de la oposición es una trampa. Comenzando porque hay un sector, el radical, que no las quiere y luego, los moderados que no creen necesario unirse con un sector que en vez de respeto, los supuestos aliados los tratan a punta de insultos y descalificaciones.

    Unos aspiran a seguir repitiendo el discurso de la violencia, del odio, a provocar más crisis y los otros al voto, a reinstitunalización y al optimismo. Son dos rutas distintas. Y he allí el problema. Lo que puede llevar a ganar a la oposición en el 2024 no es la unidad sino la política.

    Ráfagas de etiquetas

    Los extremistas reaccionan frente a la diferencia como si les dieran en la madre. A cualquier llamado al debate responden con agresión. Se niegan a revisar la política. Todo lo reducen a las etiquetas. Los que disienten o son alacranes o vendidos al gobierno.

    Su actitud de naturaleza conservadora los predispone a poner en duda su esquema de principios y valores. Se resisten a entender que nada permanece igual que todo está en constante movimiento y en la política quien no cambia se atrasa.

    En eso los extremistas de derecha o izquierda se parecen. El autoritarismo no es solo un fenómeno exclusivo de la izquierda. Trump, Bolsonaro o MariaCorina también lo padecen. Su modelo de principios es rígido o estás conmigo o estás contra mi.

    En la oportunidad en que UNT, AD y PJ tomarán la decisión de a acabar con el fantasma del Interinato, le aplicaron el mismo truco que a la Alianza Democrática. Les colocaron las usuales etiquetas y descalificaciones que, a quienes frente a la abstención, llamaron al voto.

    No les importo para nada cuando compartieron, todos juntos, a Guiado y su “mantra”. La razón de un comportamiento tan desleal tiene que ver con el cerebro, con el manejo de las emociones y su relación con el razonamiento.

    Las redes polarizan

    Revisando las empresas que se mueven en internet y como han avanzado en el estudio de la conducta humana podemos encontrar algunas pista para explicar lo que ocurre en la cabeza de los extremistas criollos.

    Twiter, Instagram, Facebock y demás redes, su negocio no está en resolver el problema de soledad humana, radica en los algoritmos y en el manejo y segmentación de la data, en la información que le aportan sus usuarios.

    Saben que lo emocional es determinante en las relaciones sociales y por ello invierten grandes fortunas para descubrir cómo es que interactúanos unos con los otros, que nos separa, que nos une.

    Durante los últimos 10 años se ha avanzado más en estos estudios de la conducta humana que en todos los tiempos anteriores y ahora es posible señalar como actuamos cuando nos sentimos seguros o en peligro.

    Enredados

    Pongamos un ejemplo. En las redes los temas relacionados con las creencias están en permanentemente exhibición y por ende en conflicto. Cuando se agrede el sistema de valores, la personalidad de un individuo, entra en actividad la amígdala que es la parte del cerebro que nos alerta frente al peligro.

    Cuando nos sentimos agredidos la amígdala reacciona liberando una enorme cantidad de sustancias químicas (cortisona, insulina, etc) para actuar frente a la emergencia.

    Eso nos prepara para enfrentar o correr frente a una amenaza. Esas alarmas funcionan y son muy útiles solo que si se vuelven permanentes causan más daños que beneficios. A la larga tanta química enferma. El miedo se apodera de nosotros y terminamos desconectando la razón y nos quedamos pegados en un terreno donde lo emocional manda.

    Cuando los mensajes en las redes están cargados de agresividad, de señales negativas, la respuesta al bombardeo es primero incertidumbre, inestabilidad, después surge un enorme dolor que enferma a la gente y la radicaliza.
    Como en cualquier novela de Delia Fiallo pasamos del dolor al odio. Tapamos la inseguridad con hostilidad.

    Los extremistas no razonan

    Eso ocurre con los extremistas en la oposición. La amenaza comunista, los temas de igualdad sexual, eutanasia, legalización de drogas, aborto o la propiedad privada son más vistos como agresión que como debates habituales.

    Son percibidos como retos, cuestionamientos, agresión y lo que generan es un efecto tortuga. El radical se mete en su caparazón y de allí no hay manera de sacarlo.

    Esta explicación sirve para retratar a la oposición extremista que vive metido en las redes, en ese mundo ficticio que retroalimenta su emocionalidad, lo radicaliza.

    En las redes solo nos conectamos con quien piensa de la misma manera. La diversidad desaparece y se simplica la realidad. Todo se reduce a liberales vs conservadores, Trump frente a Biden, comunistas frente a demócratas, etc. Se olvida que en un hecho, una noticia, intervienen distintas explicaciones y que cuanto más reconozcamos diferencias, versiones diferentes, mejor es el resultado de las conclusiones.

    Un círculo vicioso

    Es necesario superar el bucle donde está metido el país desde hace rato gracias a los radicales de ambos lados. Desde posturas cerradas no hay manera de llegar acuerdos, de hacer política. Víctima o agresor juegan a cambiar de roles. El resultado es siempre el mismo.

    En en el análisis de escenarios es indispensable ubicar al otro, como juega, cuáles son sus debilidades o fortalezas. En un proceso electoral es indispensable descubrir como piensa el adversario, que siente y cuáles son sus usuales estrategias de juego.

    Si entendemos la naturaleza de estos procesos que se dan en el cerebro podemos buscar que nuestra comunicación se salga de la pura emocionalidad y promueva una relación racional donde la gente flexibilice su sistema de valores y acepte que las diferencias no son irreconciliables sino parte de la vida y una oportunidad para mejorar.

    Pero, esa lógica no existe en el segmento radical donde el que piensa distinto es un enemigo. Ponernos a predicar la unidad por la unidad, sin revisar lo que pasado en todos estos años es permanecer en la equivocación. Los errores están no en la falta de unidad sino en la política.

    La mayoría no cree en los políticos

    Como no ha habido ninguna señal de corrección de tanto error, si revisamos las encuestas, ahora si es verdad que nadie cree en el liderazgo tradicional. Este rechazo a los partidos y sus jefes, hay que investigar que lo produce y, la manera de hacerlo, no es con los mismos esquemas de culpa de siempre.

    La sociedad venezolana ya no está en la quejadera. No anda buscando revanchas. Esta apresada en el dolor y solo quiere ayuda, afecto para sobrevivir, un salvavidas para salir de tanta crisis.

    Las masas no andan enardecidas y en apuntó de estallar como lo pintan quienes viven en el exterior. Quieren volver hacer tomadas en cuenta. Reclaman soluciones concertadas entre gobierno y oposición para que los servicios funciones y el salario suba lo suficiente para comer y divertirse de vez en cuando.

    Culpan a ambos factores por tanto desastres y se niegan a seguir en una sol peleadera. Saben que eso no resuelve nada y en consecuencia, ha surgido, según relatan las encuestas, una aptitud más racional. Esa es una enorme oportunidad.

    Hay que ponerse a pensar en algo así como lo ocurrido en Chile donde se le ganó a Pinochet, en el referéndum, con una estrategia donde se priorizaba la alegría en vez del discurso oscuro de las muertes y de la dictadura. Con una campaña bien lejos de las posturas extremistas o irreconciliables.

    La más reciente encuesta de DatinCorp señala que los venezolanos quieren soluciones concertadas entre gobierno y oposición para que los servicios funciones y el salario suba. No comparten que para que se vaya Maduro hay que destrozar el país. Más del 70 rechaza la sanciones y también al liderazgo del gobierno y hoy hay más emprendedores que empleados.

    Luego, más del 65% se pronuncia a favor de fin del Interinato. Cosa por la que Guiado aparece como el líder más despreciado del país. Los números de Lacava o del Conde del Guácharo sugieren que los venezolanos buscan algo diferente.

    Unirnos en el acuerdo

    El debate no es por unidad linda y bella de la oposición, que es un discurso simplista y repetitivo. Un imposible con estos jefes gastados que ni siquiera se quieren entre ellos mismos. El esfuerzo debería centrarse en una nueva narrativa que interprete lo que sienten las mayorías. Y como ese debate significa una oferta distinta a lo ocurrido, hay que ubicar la unidad en un espacio diferente. Más en los acuerdos que en las diferencias.

    Insistir que la política es una especie de tribunal o paredón para establecer quien merecer ser llamado opositor o no es una postura que resta, no suma. Todos los que votan hacen falta.

    La gente siente que los políticos son corruptos e insensibles. Buscar el Santo Grial, un político pulcro y honesto puede resultar una pérdida de tiempo.

    Superlano en Barinas estuvo involucrado en un incidente en un burdel en Cúcuta donde murió uno de sus familiares. A Jose Brito lo acusaron de alacrán y demás descalificaciones y sacó más voto que el gobernador Barrero Cira en Anzoátegui.

    Para las mayorías que tienen varios trabajos y nos les alcanza para comer 2 veces al día, el tema no es una prioridad. El discurso anticorrupción en la batalla política ha terminado siendo una excusa para excluir y no para exaltar la honestidad de los candidatos.

    Pura exclusión

    Hay que recuperar la inclusión como elemento fundamental de una nueva narrativa esperanzadora. Dejar de dividir al país entre derecha e izquierda, santos y deshonestos, buenos y malos. Eso es insuficiente en un electorado cansado de la confrontación y el conflicto.

    Debe plantearse la posibilidad de un acuerdo para el 2024 entre quienes creen en el voto, en la salida democrática. Por eso hay que dejar el radicalismo en su gueto y movernos hacia una oferta de puertas abiertas, donde entre el que quiera, sin examen de admisión

    La unidad nacional no es una abstracción. Puede existir entre los que comparten que ni rusos, ni chinos, ni americanos deben meter sus manos en nuestros asuntos. Entre los que creen que podemos cambiar convocando a la esperanza, a la alegría y al optimismo y no a la venganza.

    El país que viene

    No es un imposible un acuerdo para sacar al país de la crisis. Podemos coincidir en un plan de gobierno que nos permita acabar con las sanciones y las políticas económicas equívocas que sólo alimentan la inflación.

    La unidad que necesita el país es para que los venezolanos se sientan queridos y para que en vez de la lamentos luchen por una vida mejor. Para eso hay que recomponer, relanzar, el espacio del cambio democrático. Marcar límites con el extremismo.

    Sacarlo de las etiquetas, del colaboracionismo y demás maldiciones y colocarlo en un perfil nítido, claro, de oposición. Hace falta cerebro y pasión. Poner en ejecución una estrategia de comunicación moderna que llene a al cambio de contenidos justos y emocionantes.

    Recordar que somos parte de una herencia de libertad. Darle continuidad a la historia y la lucha por una democracia que resuelve. Donde los recursos del país sirvan para alcanzar la mayor riqueza posible. Donde crezcan cada día más ricos y menos pobres. La unidad es una nueva mayoría que proponga en vez de atraso, progreso.

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