No soy dado a pulsear con el cerebro, como solía advertir, el siempre recordado “Caraquita” Urbina. Por eso, pido comprensión de antemano, si cometo alguna ligereza, al escribir lo que me sale del corazón, en las actuales circunstancias en que vive Venezuela.
Siento que, a la hora de dirimir diferencias, en el variopinto campo opositor, se está asomando el primitivismo y la mezquindad. No hay honestidad, ni respeto mutuo. Se viralizan campañas destructivas contra compañeros de ruta. Quienes gustosamente deciden sumarse en tan desagradable tarea, exudan un misterioso placer.
La mayoría de estos troyanos, pasan veinticuatro horas al día, lanzando agravios y calumnias por las redes sociales. No se cansan, ni se aburren. En vez de tomar café al levantarse, son adictos al vinagre y a la bilis, para energizar su maldad.
Una vez seleccionada la víctima por los mandamases de la tribu, empieza la danza de interminables improperios. Los más “boca sucia”, se esconden tras el anonimato para agredir impunemente, con lo más execrable, de su lenguaje soez. No respetan a nadie y arremeten contra cualquiera que disienta con sus pareceres. Estas fieras, cobardonas, por lo general, repletas de frustraciones, repiten mentiras fabricadas sin detenerse un segundo. Su ceguera la acompañan con un extraño éxtasis, que seguro celebran, en la comodidad de su sillón de combate.
Usar esta vil herramienta para enlodar reputaciones y tratar de sacar del camino a competidores, también les sirve para ensuciar el cruce de ideas y degradar el debate. Es el instrumento de la mediocridad y arma favorita, de una manada fanatizada que no admite opiniones contrarias. Igualmente, estos jinetes del primitivismo son arriados como tontos útiles y cooperantes gratuitos, a la sala situacional de Miraflores. Son víctimas periféricas, fácilmente manipuladas por los laboratorios de guerra sucia.
Estoy convencido de que en las próximas presidenciales, jugará un papel destacado el celular. Pequeño artefacto por donde viaja a raudales toda clase de información: verdadera, falsa, libre y manipulada. En todos los hogares venezolanos, sin diferenciar a qué estrato social pertenece, se encuentra presente este aparato. Por allí se entra a la plataforma Patria y se enteran de lo último, en relación con bonos. Al mismo tiempo, visitan Tic Toc, Instagram, Facebook y unos poquitos a X, antiguo Twitter. En tiempo real saben lo que pasa en Caracas, Nueva York, Maracaibo, Ciudad Bolívar y de las recurrentes largas horas sin electricidad que sufren los habitantes en Mérida.
Por todo lo anterior me preocupan los intolerantes y los fanáticos que pueblan las redes, sobre todos los irresponsables, que, sin revisar, reenvían cuánta inmundicia les llega. Excuso a los amigos que, de buena fe, procuran mantenernos al día y nos atiborran de noticias caliches.
Me sentiría servido, si al final, estos ligeros del teclado, antes de hacer lo que hacen, meditaran a quién benefician: si a que continúe esta horrible tragedia que, ya casi supera a la dictadura gomecista, o al cambio democrático, con el cual soñamos millones de ciudadanos venezolanos.
¡Cero abstención!
Acudiré el próximo 28 de julio a votar por quién tenga la más alta posibilidad de derrotar a Maduro. Es la orientación de Ciudadanos por el cambio, grupo de opinión al que pertenezco como uno de sus fundadores.
Gracias por leerme.