El país está entrando en una dinámica de novela. No solo por la campaña que va entrando en calor, hay en el ambiente indicios de que algo está pasando y esa especie de atmósfera tensa tiene pensando a la gente.
Las encuestas reportan que el liderazgo tradicional ya no tiene la misma fuerza de antaño. Perdió la confianza de la mayoría de los venezolanos y es difícil que la recuperen. Más del 70% los rechaza. No le cree al gobierno y tampoco a la oposición. Ambos son vistos como los culpables de la crisis, de que el país no avance.
El estado de ánimo del venezolano es de tristeza según lo indica el más reciente estudio de la Escuela de Sicología de la UCAB. Hay dolor por los afectos que se nos fueron en la pandemia y por la familia, los amigos que salieron a buscar futuro en otros países.
El conflicto nos ha endurecido el corazón y tiene en alerta el cerebro. La mayoría se niega a dejarse tragar por la crisis y apuesta a sobrevivir como sea. No espera un mesías o un vengador. Quiere un cambio pero no el que le ofrecen los políticos de siempre. Busca algo más realista.
La mirada de los venezolanos está en otro lado y eso no significa que no le importe la política. Rechaza es a los políticos, a unos señores que percibe como insensibles o ajenos a sus problemas. Como unos desalmados que no quieren ni les importan los demás, sino su propio beneficio.
Cuando el rio suena…
Antes de 1998 ocurrieron una serie de hechos que comenzaron a darse uno tras otro, cual seguidilla. Indicaban con claridad que algo diferente venía en camino. El liderazgo de AD y Copei desestimó esas señales y siguieron como si no estuviera pasando nada.
No solo fue el Caracazo, las intentonas del 4 de febrero o del 27 de noviembre. Igual ignoraron las victorias electorales de Aristóbulo Istúriz, Carlos Tablante, Ramón Martinez, Francisco Arias Cárdenas, Andrés Velasquez y demás episodios que anticiparon la llegaba de Chávez al poder.
2 frustraciones
Hay dos descontentos que juntos generan el 70% en donde se ubican los venezolanos en la actualidad. Se trata de una especie de centro político que aparece en todas las encuestas.
El primero lo produce el gobierno y los resultados de su gestión. El segundo es responsabilidad de la oposición. Viene del fracaso del “vete ya”, de la abstención y demás errores repetidos durante todos estos años.
El gobierno
Recordemos que la revolución criolla, en sus inicios, emocionó al pueblo. Chávez centró su discurso en los más pobres y los convirtió en los protagonistas de su gobierno. Les ofreció fundamentalmente atención y afecto a través de una política comunicacional recurrente e invasiva. Esa fue la clave de su éxito.
Tuvo el acierto de reconocer los valores y necesidades más importantes de las mayorías y eso le facilitó generar una relación de identidad que le permitió ganar casi todas las elecciones donde participó.
Nunca se salió de su target, de su público objetivo. Todo lo que hizo fue hablarle a la misma gente, a una única audiencia y de ese guión no se salió jamas. No se detuvo ni siquiera a coquetear con la necesitada clase media. Invirtió los recursos de la bonanza petrolera en misiones, en bonos y vivienda, en medidas dedicadas a los sectores D y E. Repitió hasta el cansancio que él era el pueblo.
Cuando llegaron las vacas flacas apareció la realidad. Chávez no había resuelto la crisis, al contrario, la había profundizado. El resultado de su gestión era un país profundamente dividido y trastocado en su institucionalidad.
Las vacas flacas
A Maduro le tocaron los tiempos duros. El precio del petrolero se vino abajo y la confrontación política terminó por volver un trapo la economía. El desarrollo de la batalla por el poder entre el oficialismo y la oposición, nos condujo a entrar en la geopolítica y por esa vía, las sanciones convirtieron la inflación en un martirio.
En el año 2013 Maduro ganó con 7.587.579 votos. En las presidenciales del 2018 sacó 6.190.612. Luego, en las regionales del 2017, obtuvo 5,6 millones y en el 2021 apenas 3,7 millones de votos.
El PSUV ha perdido en estos años alrededor de 4 millones de votos y eso no se puede ocultar. Del 70% que hoy constituye la mayoría, según las encuestas, el 50% votaba antes por el chavismo.
La oposición
En las primarias del 2012, votó el 16%. Capriles ganó con 2 millones, seguido de Pablo Pérez con 800 mil votos. La votación total alcanzó los 3 millones de sufragios.
Según Consultores 21, en las primarias actuales participará un 7% del patrón electoral. Otras encuestadoras sugieren que la cifra pudiera llegar, cuando mucho, al 10%. Algo así como 1.500.000 votos. El que movilice más del 6% ganará la consulta.
Enanos somos todos
Si resumiéramos las encuestas encontraríamos que la oposición alcanza, todos los pedacitos pegados, una cifra cercana al 17%. Más o menos la misma votación que se obtuvo en las primarias del 2012. Eso da lastima.
La división de la oposición es una consecuencia de sus errores políticos. De equivocar el camino y desviarse de la ruta electoral. Ese el epicentro del problema. Hay también otros asuntos pendientes con el tema de la soberanía y la promoción permanente de una mayor conflictividad que influyó en que abandonar el país fuera asumido como la mejor salida.
En años anteriores bajo la dirección de la Coordinadora Democrática o de la MUD, hubo unidad en todas las elecciones y en las protestas de calle. La situación cambió con la aparición del Interinato y su fracaso.
La MUD que integraban más de 20 partidos terminó en G4. El liderazgo de Henrique Capriles fue desplazado por “la salida”. Cuando el sector más radical, Leopoldo López, se convirtió en el eje fundamental de la dirección de la oposición, lo que era una pelea interna, entre criollos, pasó a ser un escenario de la geopolítica.
El apetecible petróleo
Los americanos que veían a la revolución como un proveedor de petróleo poco confiable, respaldaron públicamente la puesta en escena del Interinato y en la batalla aparecieron las sanciones y sus trágicos efectos. A los errores del gobierno en política económica se le agregó un cerco a nuestra principal industria.
Aún con el apoyo de Trump y de un montón de países, el gobierno logró capear el temporal y superar la amenaza que representó el asedio de los americanos. Esta derrota se convirtió en la gota que rebasó el vaso.
La repetición del esquema del 11 de abril, la oferta de una salida de fuerza que nunca llegó, es el factor que más influye en la división opositora y en la frustración de su electorado.
Eso de generar enormes expectativas y no cumplirlas tuvo un efecto demoledor en el ánimo de los opositores. Los desmotivó y produjo una enorme desconfianza hacia quienes la promovieron
Lavarse la cara
Los números reflejan lo que ha ocurrido en el terreno político. Hay errores por todos lados y muy pocas correcciones. Si bien es cierto el oficialismo ha venido moviéndose para ver si detiene su caída, la situación económica le impide salir del estancamiento donde se encuentra.
Hoy las encuestas registran emociones muy fuertes contrarias a la gestión de Maduro sobretodo en el sector popular. Las masas no se sienten protagónicas ni queridas. Al contrario hay una sensación de olvido y dejadez.
En las elecciones parlamentarias del 2019 comenzamos a ver un giro en la puesta en escena del oficialismo. No se uso el rojo como color dominante en la propaganda. Lo más notorio fue la desaparición de los ojos de Chávez y en general de su figura.
En la campaña del 2021 también pudimos observar una incipiente apertura a la teoría de mercado y cierto intento por abrir el discurso a posturas más modernas en la política y en la economía.
Pero, lo que ha mantenido a Maduro en el poder son las jugadas estratégicas tipo “el Dakazo”. Los planes y diseños para contribuir a la división de la oposición. Es clave su manejo de la data del sistema patria. Los ayuda a visualizar los cambio de emocionalidad del venezolano.
Éramos muchos y parió la abuela
El reciente escándalo de PDVSA, en una primera impresión pareciera letal para el gobierno. Esa cantidad de funcionarios públicos rojo-rojitos metidos hasta la coronilla en el robo de los dineros públicos, exhibiendo camionetas costosas, con un estándar de vida de lujo extremo, contrasta con el discurso del Comandante donde una de las premisas más publicitadas fue la afirmación de que ser rico era malo.
En WhatsApp podemos leer un catálogo de críticas muy racionales sobre como este dinero mal habido hubiera servido para los hospitales, aumentarle el salario a los maestros y cosas así. Lo clásico es pensar que este desfalco va a contribuir a un mayor desgaste de Maduro y los suyos.
Te conozco pajarito
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos pareciera indicar que estamos frente algo más complejo. Conociendo al oficialismo como lo conocemos, hay que evaluar si el gobierno está convirtiendo el tema de la corrupción en una oportunidad.
Si le hacemos un seguimiento a las declaraciones de Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello sobre las torres construida en Las Mercedes por la Constructora HP, podemos llegar a la conclusión de que no solo Tareck El Alssaimi y sus secuaces van ser los únicos responsables de lo ocurrido. Es posible que importantes figuras de la oposición pudieran terminar también vestidos de naranja.
No solo eso, la posibilidad de que esos edificios pasen a ser confiscados, subastados o convertidos en parte de la misión vivienda, es un escenario bastante probable. Nada debe sorprendernos.
Costumbres
Todo es posible en la Dimensión Desconocida que es la política en Venezuela. El gobierno puede meter preso a muchos de los suyos y eso tiene sus efectos. Si de la misma manera castiga a una figura importante de la oposición en Baruta, tendría opciones para generar una matriz de opinión favorable al ejecutivo. Si van todavía más allá, por los manejos de los recursos retenidos en el exterior en manos del Interinato, por Monómeros o Citgo, la puesta en escena les pudiera quedar redondita.
Igual puede ocurrir que en la opinión pública, la tendencia sea a considerar que las medidas contra la corrupción son parte de otro show más a los que ya estamos acostumbrados.
El desgaste es una tendencia
Volviendo a la oposición observamos una actitud muy conservadora frente al desgaste del liderazgo. Como si el tema no fuera con ellos. Algo similar a lo que le ocurrió al bipartidismo antes del 98.
En vez de hacer política hacía el 70% que anda buscando algo diferente, los partidos de la Plataforma Unitaria o de lo que fue la Alianza Democrática no salen de su esquema habitual del que hacer político. Muchas reuniones y una que otra rueda de prensa para dejar constancia de su tibio o incandescente rechazo al gobierno.
En ese pequeño espacio, el 17% que dice ser de oposición, María Corina y el Conde del Guácharo polarizan, mientras Rosales, Capriles, Guaidó y demás precandidatos se han ido quedando atrás. Todos parecen presos del mundo agresivo de las redes y del qué dirán. Lucen atrapados en una burbuja.
En la primaria, el público que va a votar en ellas, no es ni de broma el mismo que lo hará en el 2024. En la consulta opositora participarán fundamentalmente los sectores A, B y C de la población y en un porcentaje reducido.
En estos segmentos donde la clase media es el gran elector, ha sido mayoritaria el discurso radical, el que de manera irreductible apoya las salidas de fuerza. Pero, esa situación ha cambiado sustancialmente. La mayoría siente que el conflicto es un problema exclusivo de los políticos .
Más duros que un coco
Aparte de los venezolanos que se fueron para el exterior y, debido a los errores constantes en la política, del 45% que era el promedio histórico de la oposición, hoy ese espacio se ha reducido a sólo el 17%.
Un 20% de los opositores se movió hacia el 70% que es hoy es mayoría en el país. Casi todos provienen del sector que se ha identificado con el discurso de la participación electoral. Vienen de los 3 millones que votaron por Henri Falcon o por Javier Bertucci en el 2018. De quienes defendieron el voto como principio.
En las megaelecciones del 2021 la MUD obtuvo 1.868.874 sufragios. Los factores emergentes e Independientes: 1.414.368. La Alianza Democrática 1.132.281 votos.
Las candidaturas de María Corina Machado y Benjamin Rausseo son expresión de una corriente que evidencia el descontento hasta en los propios participantes de las primarias.
Eso no significa que alguno de estos nombres termine siendo el único adversario de Maduro, sólo es un indicador de lo está pasando y que hay que intentar reconocer.
Ambos tienen techo. María Corina en las limitaciones del votante radical cuyo número no da para ganarle a Maduro en el 2024. La Dama de Hierro es víctima de su propio discurso. A Benjamín Rausseo le falta narrativa, no trasmite seguridad. Sus seguidores están en el 70% y no en los votantes de las primarias.
Los fuera de foco son una constante en el mundo de los partidos. Leopoldo López pide más y más sanciones. Guaidó se va para Miami a montar su comando de campaña. Capriles planifica una conversación con un grupo de periodistas en las redes para hablar de lo que ocurrió hace un montón de años. Sobre si peleó o se entregó en las elecciones del 2013. Salas Römer reaparece para acusar a Manuel Rosales y a Henrique Capriles de colaboracionistas.
Pocos dirigentes del G4 se han pronunciado sobre el tema de la corrupción. Andan pasando agachados. Los de Fuerza Vecinal, involucrados en el tema de los permisos, actúan como dice el dicho: “calladito te ves más bonito”.
Nada de eso tiene que ver con el mundo real. Tales actitudes demuestran que el liderazgo está atrapado en su propia trampa. Víctima de la ficción de las redes. Sin conexión alguna con la emocionalidad de los venezolanos ni el mundo real.
La reciente decisión del CNE podría matar las primarias y el enredo sería mayúsculo. La oposición ha perdido la ofensiva.
La oportunidad de avanzar
Según algunos encuestadores con los que hemos conversado hay una enorme posibilidad para despolarizar al país en el 2024. Todos los indicadores señalan que la manera de pensar del venezolano está en permanente cambio y apunta hacia una renovación en la política. La gente no es indiferente a lo que ocurre. Solo se aburrió de más de lo mismo.
Según la Escuela de sicología de la UCAB el venezolano ya no quiere seguir en la quejadera y manifiesta una postura más optimistas. El reto es llegarle al 70%. Salirse de los guetos y divisiones, de las culpas y apuntarle a la esperanza.
Los venezolanos más pobres están buscando afecto y comprensión, que los tomen en cuenta. El candidato que entienda que en los sectores C, D y E está la mayoría tiene muchas posibilidades de insurgir. De llenar este enorme vacío, esta deuda que tiene la democracia con quienes más necesitan de la solidaridad del Estado.
Es obvio que el gobierno anda buscando recuperar su influencia en los sectores populares y tiene recursos, información y la fuerza suficiente para intentarlo. Todo depende de la economía. De su capacidad para disminuir el efecto del Tsunami que viene contra lo establecido.
Lo que no puede hacer la oposición es limitarse al votante tradicional. A esa audiencia que, después de 24 años de derrotas, sigue pensando que dictadura no sale por votos cuando es lo contrario. Debe apuntar a otro público si quiere sobrevivir a la desconfianza y al desencanto.
Las primarias no van a acabar con los 40 y tanto candidatos. Reducirá su número. Si gana María Corina, es de esperar que un espacio muy grande se le abra a la tesis del Consenso. Igual si por el tema del CNE implosiona su realización.
Ponernos de acuerdo es reconocer lo que está ocurriendo y actuar para que no ocurra algo similar a lo que le pasó al bipartidismo. La amenaza de un Tsunami sirve como incentivo para aprender a nadar o andar pilas con un salvavidas cerquita, a mano.