Estamos en arena movediza. Atrapados en unos dilemas que parecieran nunca se resuelven. Por un lado la economía que anda como el cangrejo, un pasito para adelante y dos hacia atrás, y por el otro, la política donde el que se equivoca más es visto como el mejor candidato.
Aún cuando el gobierno tiene a Chevron manejando el lomito de nuestra industria, los recursos provenientes del petróleo, siguen siendo insuficientes. La flexibilización de las sanciones económicas es una película en cámara lenta y no se sabe si para el 2024, año electoral en Venezuela y en EEUU, las sanciones tendrán alguna solución o más bien un retroceso.
Ni el impuesto a las transacciones en dólares, el IVA, los cobros del SENIAT, ninguna de las recaudaciones del Estado parecen generar lo suficientes para garantizar, mínimo, el funcionamiento de la abultada administración pública.
No hay ingresos para las alcaldías o gobernaciones. Menos para resolver el tema de los servicios, que siguen siendo inestables y requieren de grandes inversiones para lograr que funcionen con normalidad.
Un día desaparecen las colas de la gasolina, al otro vuelven y más grandes. En el interior del país el drama es peor. Gas, agua, luz van y vienen sin que nadie pueda predecir su funcionamiento. Cientos de protestas se realizan año tras año y nada mejora.
La economía de parada
En el primer semestre del año la economía metió el freno. Según cifras internas del gobierno recogidas en el informe de Tomás Socías, el Mercado total de redujo en un 40% en el mes de febrero. Las transacciones financiera cayeron en 35%. Igual disminuyeron las transacciones personales en un 50%.
Según Socías nadie se salvó del retroceso. El mercado inmobiliario cayó en un 15% y las ventas totales del país bajaron en un 25%. Las operaciones comerciales, de 45 mil millones bajaron a 40 mil millones de dólares.
La economía del voto
Para llegar al 2024 Maduro debe enfrentar la complicada situación económica y conseguir, lo más rápido posible, un respirito. Necesita una mejora que le permita recuperar el afecto de lo sectores tradicionales que respaldaron a Chávez y hoy sienten que nadie los toma en cuenta.
El economista José Guerra sostiene qué hay ingresos no declarados que pudieran servirle al ejecutivo para sobrevivir a tanta crisis. Igual señala su colega Gustavo García, exBID, que percibe una oportunidad, a finales de año, de conseguir importantes recursos adicionales en el desarrollo de las operaciones de Chevron.
Esta situación prolongada de crisis ha hecho que el PSUV pierda más de 4 millones desde que Maduro ascendió al poder en el 2013 a las elecciones del 2021. Las cajas de Clap y demás bonos del Sistema Patria no han logrado disminuir la terrible angustia que genera la inflación en el pueblo venezolano.
Escenarios duros
Según el presidente de Datanálisis José Antonio Gil Yepes, la participación electoral del 2024 debe estar cerca del 57%. Es probable que el gobierno llegue a diciembre con un 40% de los votos. La oposición podría montarse en 45% en las proyecciones de Yepes. Eso podría darle la victoria pero, todo indica, que no habrá candidato único y eso nos llevaría a la repetición de un escenario parecido al del 2021.
En las megaelecciones la oposición obtuvo la victoria en la suma total de los votos. Sin embargo, apenas alcanzó 4 gobernaciones y perdió 18. La división fue la causa de la derrota. Para el liderazgo fue preferible perder que ponerse de acuerdo.
Hemos venido insistiendo en que el problema no es lanzarle a Maduro un montón de groserías por las redes para demostrar que se es un verdadero e irreductible opositor. Para ser opositor no hace falta un examen de admisión ni un jurado que tome la decisión sobre quién entra o sale.
Las encuestas señalan que más del 70% de los venezolanos confiesan estar hastiados del conflicto. Una cifra similar rechaza al actual liderazgo y quiere gente nueva. La tendencia a votar supera ampliamente a quienes no quieren hacerlo. Aún si hay una minoría que insiste en las salidas rápidas y violentas.
El problema es la oposición
Después de 24 años no se puede tapar el sol con un dedo. El responsable principal de lo que ocurre, es sin duda el gobierno. Es obvio que Maduro y su gabinete tienen enormes limitaciones para convocar al país para buscarle soluciones a la crisis. Si bien las sanciones inciden, la falta de correctivo, de una política que estabilice el Bolívar frente al Dólar y disminuya la inflación es más que notoria.
Pero, la oposición también tiene una enorme responsabilidad en que las cosas sigan de mal en peor. 24 años de errores y todavía hay quienes persisten en seguir metiendo la pata. 15% se inclina por un candidato que en la primaria asuma la postura más agresiva y radical contra Maduro. Mientras este grupito insiste en defender las sanciones, el 70% reclama su desaparición
Hay una parte de la oposición empeñada en ocultar sus fracasos con una especie de ”yo no fui” permanente. Viven sumergidos en una rutina donde nunca hay culpable ni errores. Todo se reduce a descalificar a quienes tuvieron razón en llamar a votar en contra de las abstención o a la intervención extranjera. En repetir etiquetas destinadas a sembrar el miedo e impedir cualquier debate que fije responsabilidades sobre tanto error.
El discurso del “Yo no fui”
Un escenario muy parecido al de hoy fue el que sirvió de piso a Hugo Chávez en el 98. Nadie asumía la crisis de representatividad de la democracia y la necesidad de cambios urgentes en el diseño del Estado. Menos aún en los problemas económicos de las mayorías. Hasta que en medio de aquella crisis, Chávez asumió la responsabilidad de lo ocurrido el 4 de febrero del 1992 y de allí se disparó hacia a Miraflores.
Los venezolanos se cansaron del péndulo adeco-copeyano y saltaron de la política a la antipolica y en vez avanzar en la profundización de la democracia volvimos a la época de los caudillos. El liderazgo está obligado a debatir con la gente y frente al país las razones por las que se despilfarran victorias electorales como las del 2015 para volver, una y otra vez, al esquema del golpe del 11 de abril del 2002.
El problema es la política. Y aún así. cierto segmento de la oposición insiste en repetir que “el país no aguanta más”, que “dictadura no sale con votos” y demás cuentos chinos. Hay que hacer un giro y en vez concentrarnos en el 15% de los electores dirigir todos los esfuerzos al 70% que sigue reclamando un cambio, eso sí, sin sobresaltos.
Una visión optimista
Hay una enorme oportunidad en esta Venezuela triste y resignada de hoy. Urge una puesta en escena que emocione y en vez de un nuevo vengador, surja un liderazgo incluyente con una nueva visión más colectiva de la política.
Necesitamos una dirección política capaz de asumir los retos que plantea la crisis. Que en vez andar detenidos entre quejas y culpas, reconozca a la Venezuela de hoy, tal cuál, es. En el país hay dolor, también ganas de salir adelante. En vez de conflicto hay que promover confianza, estabilidad y optimismo.
Hace falta una narrativa para estos tiempos. Salirnos del anacronismo de izquierda y derecha. Presentarle a los electores un sistema de ideas inteligentes y nítidas que describan cómo alcanzar el desarrollo. Un discurso que describa como los venezolanos pueden superar el desaliento, la tendencia a sobrevivir por la convicción de que es posible conquistar una vida mejor.
Un Estado moderno
Venezuela carece de norte y por eso urge la necesidad de una nueva polarización. No de pobre y ricos, de oficialismo vs oposición. Más bien de crecimiento económico contra la pobreza. Más que en el candidato hay pensar en el contenido de los discursos, en la política.
La clave es comunicar un nuevo sueño y eso pasa por una política de inclusión que exprese la diversidad que es hoy el venezolano. Una gerencia descentralizada puede resultar mejor que este centralismo pesado y poco funcional. En las regiones hay un sentimiento de subestimación cada vez más fuerte.
No puede ser que veamos como normal que la mayoría de los pueblos del interior tenga que quedarse sin agua ni luz para que en la capital no falte nada.
Es el momento de salir de la arena movediza y avanzar a la unidad nacional. Hace falta una convocatoria para convertir los deseos de la sociedad venezolana en un plan de gobierno coherente y con norte. Se necesita un liderazgo que oiga y se nutra de la visión de los distintos sectores sobre lo qué hay un hacer.
Hay gente que no entiende que está crisis es una consecuencia del agotamiento de un modelo de Estado centralista y exageradamente presidencialista. De una estructura estancada desde mucho antes de que llegara la revolución al poder. Hace falta renovar la democracia y construir una institucionalidad estable donde la alternabilidad no genere ningún trauma ni deseos de venganza.
Mayorías integradas por minorías
La República necesita avanzar y, desde hace rato. El modelo de desarrollo de Betancourt se detuvo cuando el liderazgo se limitó a una pugna por el poder y abandonó la calle. Cambió el protagonismo de las mayorías por las pugnas y conspiraciones de la vida interna de los partidos.
La nuestra es una crisis de ideas. De criterios, de cuando la eficacia y la política como servicio público fueron suplantados por el ”¿cómo quedó yo ahí?».
Las redes y las tecnologías están generando nuevas relaciones, no solo en la comunicaciones, también en las maneras en que se organizan los seres humanos. Cada día entendemos más que las mayorías son integradas por minorías. Que los derechos civiles no dependen del reconocimiento de quienes administran el poder sino del grado de justicia, de civilidad y madurez de una sociedad.
Para salir de la crisis hace falta un liderazgo que sienta y reconozca la tristeza de los venezolanos por la gente que perdimos en la pandemia y por los familiares y amigos que están en otros países. Hay que reencontrarnos, salirnos de la confrontación y prepararnos para el futuro digital que se nos viene encima.
Ofertas engañosas
Más que primarias necesitamos discutir cómo sacar al país del estancamiento. Ese debate nos puede indicar qué tipo de candidato se requiere para producir un cambio que genere confianza en vez de miedo.
Quienes proponen cárcel para Maduro y los suyos puede que exciten a los extremistas pero, los venezolanos sabemos que eso no sirve para nada. Es inviable y lo vimos en las elecciones de Barinas. Ningún dirigente que venga del Interinato o del discurso de las salidas de fuerza tiene posibilidades de llegar a Miraflores. Menos si viene a cobrar facturas.
Primero porque la propia oposición, el sector moderado no va a respaldar la continuidad del discurso extremista. No haría campaña ni votaría por ese tipo de ofertas aunque se impongan en las primarias. Sabemos que ese tipo de narrativas sólo favorecerían al gobierno y por eso las promueve.
No solo dificultarían la unidad que según él informa de José Antonio Gil Yepes es indispensable para generar un cambio en el 2024, también estimularían la permanencia de muchas otras candidaturas. En consecuencia no habría la posibilidad de que funcione la economía del voto, tendríamos varios candidatos fuertes.
Entonces la elección no sería polarizada entre Maduro y el candidato extremista. El elector tendrá otras opciones y se segmentaría la votación en muchos pedazos. El mayor sería el que se ubique en el centro y no en los extremos.
Gallo tapado
Aún cuando las encuestas hablan de las candidaturas de María Corina Machado y del Conde del Guácharo como las mejores opciones para ganar la primaria, los nombres de Manuel Rosales y Henrique Capriles tienen la primera opción en ese escenario.
No es problema nada más que de maquinaria o de recursos, lo importante es el discurso. Ambas figuras han venido cambiando en su narrativa, acercándose a las necesidades reales de las mayorías. Quienes promueven el Consenso como consulta popular ya han señalado que podrían llegar a un acuerdo con Rósales o Capriles. No así con las candidaturas radicales.
Se dice qué hay un acuerdo para que UNT, PJ, AD-Ramos y Fuerza Vecinal presenten un solo candidato en las primarias. Esa opción, sin duda, tendría el favoritismo para ganar la consulta.
Luego, el Consenso Popular ha ido construyendo un oferta programática amplia para proponérsela al país. Se escuchan varios nombres para representarla. Suenan Eduardo Fernández, Lorenzo Mendoza, Carlos Fernández, Chuo Torrealba, Antonio Ecarri, José Brito, Jesús María de Viana, Humberto Calderón Berti, Andrés Caleca, Ricardo Cussano. Vladimir Villegas, Elsa Castillo, Manuel Isidro Molina, Elias Sayegh, Bernabé Gutiérrez, Benjamín Rausseo, Henrique Capriles y Manuel Rosales como opciones. Hasta el día de hoy hay más candidatos fuera de las primarias que dentro de ellas.