«El presente artículo es un reto. Está hecho largo a propósito. Pretende resucitar el placer del debate y la profundidad de los contenidos. No se raje. Léalo aunque le lleve su tiempito»
Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en burbujas es la canción de Juan Luis Guerra… “Quisiera ser una pez para tocar mi nariz en tu pecera y hacer burbujas de amor por donde quiera, pasar la noche entera… mojado en tiii”
Pero, las burbujas a las que nos vamos a referir no son de amor, nada que tenga que ver con el romanticismo. Se trata de unas peceras infectadas de pirañas donde nadie está a salvo de ser comido vivo.
Mentiras verdaderas
El término postverdad apareció en la década de 1990 a propósito del escándalo Irán-Contra. Pero, realmente se hace popular con la campaña para sacar a Inglaterra de la Unión Europea y la aparición de Donald Trump como candidato republicano en el 2016.
Digamos que la Postverdad es un fenómeno comunicacional colectivo donde se distorsiona deliberadamente la realidad y poco importa si lo que se dice es verdad o mentira.
Un discurso donde no importan los hechos si no las emociones. Una narrativa donde el objetivo es generar la mayor atención posible sin que importe para nada el razonamiento o la veracidad de los hechos.
Es un proceso asociado a las redes y a los algoritmos. Un esquema digital que reproduce de alguna manera el funcionamiento del cerebro y que nos atrapa…sin querer queriendo.
Algo así como una terapia de grupo gigantesca en la que sus integrantes comparten un mismo sistema de valores y eso los hace sentirse menos solos, parte de una mayoría poderosa que “nunca” se equivoca y “siempre” tiene la razón.
La trampa de la emoción
La postverdad es una burbuja habitada por una pandilla de encapuchados que se protegen mutuamente. Un gueto donde nuestro sistema de creencias es protegido de los argumentos de la gente que piensa diferente y donde no se corren riesgos. Un submundo mágico donde lo que buscas lo encuentras y eso brinda un placer casi orgásmico.
La postverdad es una red pero, de pesca. Una telaraña que te hace creer tus propias fantasías. Una ficción donde todas nuestras teorías son confirmadas y celebradas. Un espacio de encuentro en el que no hay discusión, ni se pueda perder porque todos piensan igual y se refuerzan unos a otros: “Si yo lo creo es porque es verdad”.
Las redes son burbujas en cuyo interior se respira pura postverdad. Son como el bolero aquel que repetía en su estribillo: “miénteme más que me hace tu maldad, feliz”.
Miente y triunfarás
Aunque si se trata de ser precisos la Postverdad no es simplemente un torneo de mentiras. Un mentiroso respeta la existencia de una verdad. La oculta, la altera, la manipula, la disfraza pero, reconoce de alguna manera, que hay unos hechos objetivos que existen y constituyen la realidad.
En estas burbujas que se generaran como monte en las redes, la gente no se opone a la verdad, la ignora. Da igual la lectura de los hechos. Eso no es el problema. Lo que importa es la percepción del chat, la opinión del grupete donde estamos metidos y nada más. Los demás no existen.
En la Postverdad no hay manera de comprobar que es cierto o falso. Todo puede ser un Fake News, una noticia falsa. Igual las fotos, los audios, cualquier imagen se puede falsificar o distorsionar. Eso se conoce como Deepfake. Más bien se tiende a desconfiar de alguien que diga que es objetivo. Sospechamos de cualquier opinión que no sea la nuestra.
La verdad única vs la verdad relativa
Sostienen los historiadores que todo este fenómeno es una respuesta a los autoritarismos del siglo XX donde reinaron los liderazgos caracterizados por la imposición de una sola e incuestionable verdad.
Aunque las mentiras han existido toda la vida, en este siglo la verdad ha pasado a ser un concepto relativo. Quién se va a oponer a que un sujeto cualquiera defienda sus creencias así sean un disparate. Vivimos en en unos tiempos donde el derecho a la opinión es una expresión de libertad sin que importen los contenidos. También es un derecho rechazar lo que no nos parece justo.
El problema es grave cuando la diversidad de elementos que entran en juego en una noticia no son tomadas en cuenta. Aún cuando el análisis esté incompleto, no exista la posibilidad de reconocer los aciertos en el discurso del que piensa distinto, priva la tesis inapelable del ego: “yo siempre tengo la razón y punto”.
Discutir nutre
Lo fundamental en una discusión es que exista la posibilidad de convencer al otro y viceversa. De nutrirse de los mejores argumentos. Cuando renuncio a cambiar mis opiniones porque me siento agredido en mi sistema de valores o por simple comodidad, no hago otra cosa que tapar el sol con dedo.
La defensa de la personalidad no se puede volver un muro de contención frente a las nuevas ideas o lo diferente. Lo sano es moverse, entender que los valores, los principios deben tener la suficiente flexibilidad para incorporar los cambios que producen la tecnología, la música, el arte, la política, todo lo que le abre camino a la reflexión y al pensamiento.
La anticiencia
La Postverdad sustituye la lógica en las narrativas por lo emocional y eso nos ha llevado a poner de moda tendencias que niegan hasta la existencia de la ciencia. La medicina, la ingeniería o cualquier carrera profesional puede ser sustituida por la autoayuda o el pensamiento mágico.
De la física o las posibilidades de la matemática para viajar más allá de la velocidad de la Luz, pasamos a sostener que las pirámides de Egipto las hicieron los extraterrestres. En la Postverdad tienen el mismo peso un médico que un yerbatero.
En las redes y sus burbujas, cualquier cuento, por loco que esté sea, tiene posibilidades de generar adeptos, de convertirse en treding topic. Prueba de ello, el discurso de Donald Trump para oponerse a las vacunas en la pandemia. El expresidente norteamericano sostenía en que el coronavirus era un plan de un grupo mal intencionado de magnates para acabar con la superpoblación en el planeta. Ni “Pinky y Cerebro” llegan a semejantes suposiciones.
La adición a la pantalla
La postverdad es expresión de una era bipolar. La pandemia aceleró, sin contrapesos, el desarrollo de las redes y de lo digital. El streaming es el mercado más grande que la humanidad en su larga historia haya podido lograr. 4 billones de seres humanos humanos vivimos pegados a una pantalla en un promedio de 4 horas diarias.
Cada día que pasa la abundancia de información satura nuestra capacidad de entendimiento. La comunicación se vuelto un ruido: “Todos tenemos razón porque ninguno la tiene”. Creemos lo que nos conviene. La satisfacción emocional ha pasado a ser más importante que el mensaje.
El emisor pasa en instantes a receptor. La sensación que reina en las redes es la de una víctima. No hay jerarquías en los argumentos. Las conquistas de las minorías, su reconocimiento, se transforman en tendencias que terminan en intolerancia. Se descontextualiza el pasado que es juzgado desde el presente.
Los chistes, los muñequitos, la literatura, los programas de televisión o el cine de otras épocas son censurados bajo la premisa falsa que estimulan el racismo, son homofóbicos o excluyentes.
Las redes están llenas de censores, medidores de sensibilidad para que no se afecten a las minorías excluidas. Una especie de factura retroactiva que raya en muchos casos en censura que está siendo agregada al fenómeno de la postverdad.
Redes en desarrollo
En el mundo de las burbujas que se forman en las redes, solo es verdadero lo que coincide con mis creencias. Lo que nos conmueve es lo que nos moviliza. Hay que entender que se trata de medios de comunicación nuevos y, en consecuencia, tiene fallas que se irán corrigiendo con el tiempo.
Es clave entender que urge vencer la intolerancia y las nuevas formas de autoritarismo que vienen disfrazadas de modernidad. Las burbujas se alimentan de la simplificación y su consecuencia más inmediata es la moda de la polarización en todo el planeta. Todo se reduce a mensajes cortos. No se profundiza en los contenidos, al contrario, se le rinde culto a lo breve y elemental.
Según un estudio de Reuter los jóvenes huyen de los portales de noticias porque los mensajes negativos le producen miedo. Como lo emocional manda se evaden los temas complejos o lo que nos obliga a pensar.
Escaneo cerebral
Todo esto tiene que ver con el cerebro. Las redes y sus algoritmos han permito avances históricos en el estudio de la conducta humana. La famosa empresa Cambridge Analytica logró un esquema para segmentar la personalidad de los usuarios de las redes en 6.000 opciones.
La neuroquímica nos explica que cuando estamos en situación de peligro se activa la pituitaria. Esta parte del cerebro funciona como un sistema de alarma que libera endorfinas, cortisona, adrenalina y una gran cantidad de sustancias químicas para que podamos sobrevivir al peligro.
Si la situación de agresión permanece, se hace constante, toda esa química se queda en el cuerpo y termina por enfermarnos. Las situaciones de crisis muy largas como la venezolana, producen cansancio, saturación y hastío.
El cerebro se defiende y va entrando en procesos que parten de la radicalización, del activismo más frenético a la negación al conflicto, a la desmovilización.
La radicalización se produce cuando el sistema de valores es agredido. Los mensajes que someten a presión nuestra personalidad nos llevan a abandonar la objetividad y a quedarnos pegados en las respuestas emocionales.
Del dolor pasamos a la rabia y cuando estamos llenos de odio, no hay manera de razonar nada. El discurso de Chávez contra la clase media y sus valores generó emociones contrarias de igual dimensión a sus agresiones.
Minorías con complejo de mayoría
El submundo político es una gran burbuja. Por un lado anda la mayoría de los venezolanos y por otro los políticos. Estamos hablando de una relación, en promedio, 70 a 30 según las encuestas.
A decir de Antonio Gil Yepes Presidente de Datanalisis, en el 2024 la tendencia a votar contra el gobierno estará cerca del 75% del patrón electoral. A esa cifra hay que quitarle unos 20 puntos según los indicadores tradicionales de abstención. La oposición completa podría llegar a un universo cercano al 55% de electores.
Las cifras del gobierno andan entre el 25 al 30%. El porcentaje pudiera aumentar si hay algún éxito económico de aquí al 2024. Según Yepes, el gobierno subió 1 punto por mes cuando daba la impresión de cierta mejoría en la economía. Sus posibilidades de victoria dependen de los recursos que pueda poner a rodar en los sectores D y E de aquí hasta las elecciones. Cuanto más lejos esté la votación, mejor para Maduro. Esa es la teoría del investigador.
Igual las opciones de triunfo del oficialismo dependen de sus estrategias para dividir a la oposición y conseguir que los factores más radicales vuelvan a a la prédica de la abstención.
Todos contra todos
En el caso de la oposición, la situación es más enredada que la del gobierno. No solo tienen que conectarse con las grandes mayorías que necesitan salir de la crisis para mejorar su situación económica, también están obligados a resolver el tema de las candidaturas y la renovación del liderazgo con madurez.
Eso va a costar muchísimo. La oposición es una burbuja poseída por la Postverdad. Un mundillo de pirañas y de mitos que la dividen. Cuando le metemos lupa a ese microuniverso, encontramos todas esas cosas de las que hemos venido hablando al principio de este trabajo.
El candidato que se salga de las limitaciones que impone la burbuja, de ese espacio de mentiras y enredos, ese será el que tendrá las mejores posibilidades de ganarle a Maduro en el 2024. Pero, las redes tragan, succionan y es muy difícil salir de su embrujo.
Enredados en una trampa
El caso del Conde del Guácharo sirve para explicar lo complicado del asunto de las redes. Benjamín Rausseo tiene capacidad de generar expectativas positivas en los sectores D y E. Viene de la pobreza y ha logrado salir adelante a punta de esfuerzos y de riesgos. Su discurso es más fresco.
Sin embargo, cometió un error estratégico mortal. Entró en las primarias y vive metido en las redes donde lo muelen por cualquier cosa. La gran mayoría de sus videos son defensivos. Su campaña se limita a contestar los ataques que vienen de los laboratorios de la propia oposición.
Según Gil Yepes perdió el humor, la risa que es su gran ventaja. En vez del conflicto la gente quiere alegrías, un discurso nuevo y optimista.
Es raro, Benjamín tiene claro que su público no está entre los seguidores del gobierno o los radicales de la oposición y aún así, insiste en medirse en las primarias, en ir a portales y a programa en las redes donde lo tratan como a un enemigo.
El Conde tiene pocas probabilidades de ganarle a María Corina o al candiato del G3 en las primarias. En cambio podría ganar la elección presidencial en el 2024 si logra enganchar a la gran mayoría de electores que no se sienten identificados con el liderazgo tradicional.
Mandan las audiencias
Decía Renny Ottolina que los verdaderos dueños de los medios son las audiencias. Bobby Coimbra, hombre del mundo de la publicidad, sostiene que en una campaña electoral hay que tener claro a quien se le habla, cuál es el público al que dirigimos nuestro mensaje, donde están los votos.
Las redes en Venezuela son terreno de la Postverdad. Meterse hacer campaña en ellas, sin una estructura de redes, con un equipo multidisciplinario que sepa como funciona la inteligencia emocional es un error. No hay nada que buscar. Lo molerán los laboratorios y la emocionalidad hostil de los radicales.
En Venezuela apenas un 25% de la población según cifras oficiales tiene acceso a internet de manera permanente. El costo de los megas para navegar hace que sea muy difícil para alguien que gane el sueldo mínimo, pagar el servicio ABA de Cantv no llega a todos lados, su conexión es inestable y se cae a cada rato.
Más de afuera Que de adentro
La burbuja opositora está colonizada por el radicalismo criollo que además recibe de Miami un enorme y activo respaldo. En la aplicación “Brand 24” que escanea por completo las redes, hemos podido detectar que en los ataques del radicalismo que generan tendencia en la web, el 40% de los mensajes son nacionales y el 60% viene de afuera.
En ese terreno hoy manda María Corina y en menor dimensión Leopoldo López y los suyos. Ese espacio es una fortaleza para el discurso de las salidas de fuerza y no electorales. Otro ejemplo de la Postverdad es sustituir reflexión política por argumentos tan descaradamente emocionales como la valentía, el coraje o la fe. Reducir lo estratégico a la fuerza o la debilidad es más que simplismo, puro truco y cuento.
Capriles, Prosperi o Rosales tienen un problema de definiciones. Su audiencia se ha vaciado. Cambió de dueño. El desgaste por los errores cometidos y su erosión, han cambiado la correlación de fuerzas en la oposición. El liderazgo tradicional está obligado a moverse hacia otras audiencias. Deberían tirar a perdida a los seguidores del radicalismo.
Capriles en la nube
El ex gobernador de Miranda pareciera que no tiene claro el problema de las burbujas. No va a medios tradicionales y su comunicación en las redes en muy básica. Una toma cerrada y su figura hablando sin la utilización de ningún recurso grafico adicional.
Cambiar la Matriz que le han montado sus adversarios en las redes es muy difícil. La etiqueta que le pusieron, de indeciso, ya está más que consolidada en el mundo radical. Según las encuestas es el único candidato que tiene más seguidores mujeres que hombres. Los números indican que en los sectores populares y la clase media moderada es visto con mucho afecto. Su mayor obstáculo es la inhabilitación.
Cuando paso el puente
Es bastante probable que Rosales sea el candidato de la Plataforma Unitaria. Si logra que AD-Ramos y PJ lo respalden tiene la mejor de las oportunidades para ganar las primarias. Sobretodo sí María Corina se sale y monta tienda aparte.
El líder zuliano cuenta con el respaldo absoluto de su estado pero, una vez que cruza el puente los números cambian. A Rosales lo muelen en las redes cada vez que aparece. Lo etiquetaron ya como el candidato oficial del gobierno. Sugieren que lo tienen amarrado por el caso Monómeros. Ahora, es un auténtico e inteligente político. Cuenta con experiencia y se mueve como pez en agua cuando entra en campaña.
Igual pasa con Fuerza Vecinal. El escándalo de PDVSA, el tema de los permisos en Las Mercedes ha enredado su vertiginoso crecimiento. Tal Cual publicó una nota donde señala que se van a salir de las primarias y que la candidatura de Elías Sayegh ya no está en juego. Nada de raro tendría que al final respalden a Rosales.
Cómoda y con viento a favor
Mientras los demás tienen problemas con la definición de sus electores, la reina de la redes tiene ese asunto resuelto. Difícil que crezca en los sectores de menos recursos pero, si la crisis económica se agrava, puede asumir el papel de vengadora y quien sabe hasta donde puede llegar a punta de reconcomio.
El problema para ella es que podría quedar fuera de juego si el oficialismo la percibe como un peligro. En el mundo del chisme y del periodismo cuentan que no será habilitada. Afirman con nombre y apellido que así lo han dicho altos dirigentes de la revolución aún cuando su candidatura cohesiona al gobierno. En las mediciones oficiales, cuando colocan su foto al lado de la de Maduro, gana el candidato del PSUV.
La opinión pública
Hay algo nuevo e interesante en las redes que vale la pena analizar. En la burbuja, los radicales suelen asustar a sus adversarios con sus laboratorios y su pandilla de seguidores que linchan al que califican de colaboracionistas o alacrán.
Frente a esos ataque en el G3 prefieren quedarse calladitos y no contestar nada. Esa actitud más bien fortalece a María Corina que vende como premisa que ella es fuerte, valiente y hasta coherente. Mientras los jefes de la MUD son débiles y erráticos.
El liderazgo tradicional no está educado en esto de las redes. Ponen a un Community Manager que les lleva sus cuentas y pocas veces se ponen a pensar sobre las campañas que les montan encima. No suelen dar explicaciones de nada. Carecen de estrategia.
No saben lo que es la inteligencia emocional ni cómo funciona y esa es la única ruta para enfrentar la Postverdad. Me he conseguido a varios de sus dirigentes y más bien cuestionan que se le responda a la señora Machado. Argumentan que contestarle es darle espacio, que esa es la razón por la que está ganando las encuestas.
Desconocen que el silencio es lo que les permite a la Postverdad imponer su dictadura, los paredones o etiquetas que los hacen ver como moralmente superiores. El miedo es la emoción con la que trabajan y es el arma más fuerte de extremismo.
Asumir riesgos
Ahora, la respuesta de Enrique Ochoa sobre la candidatura de la Dama de Hierro o la que dijo Antonio Ecarri frente al tema militar, nos guste o no, representan un reto al chantaje y a la política del miedo. Demuestra fortalezas en vez debilidades en sus discursos aunque los tengan de sopa.
Recomiendo leer el debate epistolar entre Julio Castillo y Enrique Ochoa Antich. Les guste o rechacen la posición del ex secretario general de MAS, Ochoa le da una verdadera pela al ex alcalde de Naguanagua. Su respuesta tiene más fuerza que los ataque de Castillo.
La decisión de Carlos Prosperi al decir en Miami que Maduro llegó al poder por los votos es un razonamiento retador frente a la burbuja radical. Aunque la mayoría no tiene internet, la red genera ecos, una onda expansiva y un boca a boca masivo cuando la bulla adquiere altísimo volumen.
En mente cerrada No entran moscas
La gente aprende por cuentos. Por discursos que suben y bajan en su intensidad narrativa. Hasta ahora la Dama de Hierro sustenta su propaganda en la dinámica de la Postverdad. No reconoce por ningún lado que las salidas de fuerza y el debilitamiento del voto han sido las causas de la derrota opositora durante todos estos años.
Su consigna fundamental es que la oposición pierde porque el liderazgo tradicional vende las luchas de la gente. El cuento de que va a meter preso a los principales jefes del oficialismo o que ella va a cambiar el CNE es auténtica Postverdad.
Camino al 2024 es fundamental saber como comportarse frente a estas burbujas llenas de pirañas y donde el razonamiento es sustituido por las emociones más duras. La Comisión de Primarias luce temerosa, sin capacidad de decisión frente a las amenazas del radicalismo. El temor a la división los tiene contra la pared.
Esos amigos que creen en la unidad como la única oportunidad para ganarle a Maduro parten de una lógica falsa. No es verdad que en la oposición todos piensan igual. Es mentira que quien no vaya a las primarias es un colaboracionista. Ese es un ejemplo perfecto de cómo funciona la Postverdad.
Uno de los problemas cruciales en las comunicaciones es comprender que la oposición comunica muy mal. Lo suyo es pura confusión y ruido. Es muy difícil entender cuál es la posición mayoritaria. Cada candidato habla en un idioma diferente.
El país necesita un liderazgo inteligente que ayude a despolarizar a la sociedad venezolana en vez de insistir en continuar la confrontación. Salir de la crisis requiere de un discurso que convenza. No de ese montón de mentiras y facturas que promueven el odio en vez del debate de ideas y la búsqueda de los mejores argumentos.